domingo, 11 de octubre de 2015

Luna



Fue así como la luna se partió en pedacitos que sonaron como vidrios rotos, y se dispersaron en forma de estrellas que decoraron el cielo.
Fue su encanto su forma, su vitalidad, que al verla tan necesaria el sol le creo otra cara.
 Le ordenó a los cometas danzar de dos en dos, después de cuatro en cuatro y de seis en seis. De esa manera hasta que su cola de fuego se extinguiera.
 Entonces los pequeños cometas ya no lo fueron más, se fundieron un un sólida y poderosa roca, que el sol decoró con ardientes las membranas que tenía por cabellera. La gran roca se volvió luna palpitante, roja como la sangre y el fuego.
Y estoy aquí parado respirando lento y suave.
 Es la luna su fuerza, todo lo que va a ella arde.
 No siempre he tenido todo al alcance de mis dedos, pero para mis ojos todo es poder. Entonces puedo observar la feroz marea, visualizar las vivas oleadas, alzarme y sumergirme con ellas. Jugueteaba en el océano, cuando de entre las espumosas  nubes salió la luna robusta, luminosa y gorda como ella misma. Era sublima, majestuosa... Y risueña me sonrió
Cuando su brillo estaba por cegarme, apareció una sombra que volvió de la luna un arco. Su luz venció a las sombras y las desterró  al olvido. Y sucedió la tierra la luna y el sol se alinearon formando un magnifico espectáculo para un único espectador. Donde la luna dejó ver su rostro recién forjado al rojo vivo, sus ojos se abrieron y cínicamente me miró, quemando mi insignificante cuerpo en consecuencia. Y la toqué escalofriante y ardiente.
Con  mi brazo extendido y mis dedos abiertos a ella cerré los ojos.  Cuando volví a mi, ella no estaba más.
Y heme aquí postrado, sólo y enamorado.






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